Los abrazos son uno de los gestos más genuinos de amor. Sentirnos amados es tan necesario para nosotros como respirar. Nos da energía para vivir aunque no sea un alimento físico, nos motiva a crecer, a mejorar. Sus efectos son tan visibles para nuestro bienestar emocional, que desde que somos bebés requerimos de los brazos de nuestros padres o cuidadores para sobrevivir nuestras primeras semanas de vida.
Podemos estar atravesando el peor de los problemas, sentirnos en un callejón sin salida… ¡Pero cuánto nos reconforta que alguien nos dé un abrazo en ese momento! Quizás nuestros problemas no se solucionen de un todo, pero ustedes me dirán, que luego de sentir el calor y el consuelo de alguien, lo que sentimos es cierta paz.
Después de un abrazo, las cosas hasta pueden cambiar de perspectiva, nuestra tensión disminuye, nuestra respiración vuelve a su ritmo. Y todos estos beneficios tienen una poderosa razón de ser, la cual ha sido investigada tanto en el campo de las ciencias, como de la filosofía.