Esto es mucho más que tu “tema”: se trata del obsequio que se llevará en su mente y su corazón cada participante. Es estratégico que pienses en forma original, interesante, que promueva la curiosidad, el entusiasmo, la autopregunta mientras vas desarrollando tu presentación, y que tenga un tempo de presentación que permita mantener el ritmo, matices y cadencias.
La mayoría de las personas comunica como son ellos, esto es, desde su lógica y construcción interna. En el caso de los conferencistas que se destacan, lo hacen buscando la lógica del público; salen de su espacio confortable y se expanden. El código de lenguaje es el puente entre tú y la audiencia. No es lo mismo hablar en jerga profesional (que no lo recomiendo en exceso), que intercalar formas más coloquiales. De hecho, la oratoria clásica que se enseña en el 85 % de los cursos regulares de oratoria quiere imponerte un formato y que tú te adaptes. En mi experiencia como coach en oratoria y media-trainer (entrenamiento de voceros en los medios), es necesario que no te despersonalices y que ajustes algunos aspectos de técnica y herramientas para comunicar mejor.
Además del comienzo, nudo y final, que constituyen la estructura básica de cualquier presentación, necesitas establecer tres momentos cumbres donde la gente estará pendiente de ti “con la respiración en un hilo”. Los tendrás cautivados, motivados y entusiasmados por saber más. Practica lo suficiente; desarrolla el guion que seguirás; apúntate en fichas grandes las palabras claves que utilizarás; refuerza los conceptos con estructuras cautivantes para movilizar las emociones y el corazón de las personas: eso es exactamente lo que se llevarán. Esto se llama experiencia completa que entrega el conferencista. No solamente una persona que subió al escenario, habló y se fue, sino que conmovió y generó un impacto positivo e inolvidable.
La estructura de tu historia necesita de impacto, fuerza, concepto y esencia. Sin estos cuatro ingredientes tu conferencia es un fracaso. Explora toda tu capacidad creativa tanto en lo que digas como en lo que muestres. Diseña presentaciones atractivas, con poco texto(o una cantidad mínima razonable) y muchas imágenes. Mantén un tono de voz entretenido, potente y variando matices. Luce impecable en tu ropa, aseo personal -incluyendo las manos, que son un elemento de expresión fundamental-.
Es posible que no llegues a conocer a todas las personas del público en profundidad. Por lo que necesitarás acceder a sus sistemas representacionales a través de los que captan la información que le brindes. Tendrás personas muy visuales, auditivas o kinestésicas, conectadas con las emociones y sensaciones. También habrá los que tienen el hemisferio izquierdo del cerebro predominante -razón- y otros el derecho -lo blando-. Tu obligación como conferencista es abarcar a todo el público, por lo que conectar la emoción y la razón se convierte en algo esencial.
Necesitas conectar con el público desde los primeros 30 segundos: ese es el tiempo máximo que te dan las personas para ganarte su confianza. Tienes apenas 30 segundos para metértelos en el bolsillo: de lo contrario, construir esto después costará mucho. Esfuérzate en diseñar un muy buen comienzo y un excelente final. Explora formas de participación de la gente; por ejemplo: haz preguntas retóricas (las que se responden generalmente por sí o por no), haz levantar la mano, despierta una sonrisa (cuidado con hacer chistes si no eres brillante en ese aspecto), y moviliza su energía.
Pregúntate todo el tiempo cuando preparas la conferencia: ¿cuál es el mensaje/Storytelling general que quiero dejar al público? ¿De qué forma/relato/Storytelling estaré tocando su mente y su corazón? ¿Cómo haré para que sea consistente entre lo que pienso, lo que digo y lo que hago? Y, sobre todo: ¿Cuál es la idea central que quiero que se lleven? Con estas respuestas ya tendrás indicios del legado que sembrarás en tu ponencia.